Origen del Císter

Origen del Císter. Roberto de MolesmesEn 1098, Roberto de Molesmes fundó el Monasterio Císter en Cíteaux, cerca de Dijon. Su sucesor, San Alberico, obtuvo en el año 1100 el reconocimiento de la nueva Orden por parte del Papa, otorgando al monasterio la protección de la Santa Sede. Pero sería el tercer abad, San Esteban, el que en 1119 dotó al Císter de una regla propia, conocida como la “Carta de Caridad”, en la que se establecían las normas comunitarias: total pobreza, obediencia a los obispos y dedicación al culto divino. En pocos años, la Orden contaba ya con 343 monasterios. La máxima benedictina Ora et Labora fue recuperada alternando rezos y trabajo, renunciando al lujo y a la decoración en las iglesias, implantando la sencillez en la vida monacal.

A finales del siglo XII la Orden experimentó la máxima prosperidad y expansión de su historia. Desarrollaron técnicas para hacer utilizables terrenos baldíos, crearon métodos de producción, y distribuyeron y vendieron grano y lana. Así mismo, expandieron la arquitectura gótica por toda Europa, y dedicaron tiempo y esfuerzo a recoger y copiar manuscritos para sus bibliotecas. A finales de la Edad Media, contaban con más de 700 abadías.

 

ORGANIZACIÓN INTERNA DE LA ORDEN DEL CISTER

Organización interna máxima expansión de la orden a finales del siglo XIIILa organización de la Orden del Císter se basaba en la filiación. Existía una dependencia de cada monasterio, con respecto a una de las cinco abadías más importantes, Císter, La Ferté, Pontogny, Claraval y Moribundo. Los abades de éstas mantenían el control sobre aquellas, consiguiendo que el sistema funcionara perfectamente, y que los cenobios se desarrollasen de forma correcta dentro de la Orden.

 

FUNDACIÓN DE UN MONASTERIO

Fundación de un monasterioLa fundación de un monasterio era un proceso largo, con una duración de varios años. Lo habitual era que, en la adquisición de los terrenos, interviniera algún noble o rey (quienes, en muchos casos, serían enterrados en las iglesias de los propios monasterios). Éstos donaban alguna de sus propiedades para que se estableciera el cenobio y entregaba la suficiente cuantía para que se construyera el edificio. Con el paso del tiempo, seguían contribuyendo a la supervivencia de la comunidad proporcionando beneficios fiscales. Después de obtener los terrenos, era necesaria la dotación oficial de la toma de la posesión, la confirmación del rey y, finalmente, a del Papa.

El territorio donde se asentaba debía ser fértil, ya que la ganadería y la agricultura constituirían la base de la supervivencia de los monjes. La primera zona que se construía era la iglesia. Se continuaba por el claustro regular, en el que se situaban las dependencias propias de la vida de los monjes, como el dormitorio, la sala capitular, la cocina, el refectorio o el calefactorio. Con el paso del tiempo, los monasterios se convirtieron en lugares de hospedaje para los peregrinos, y por ello se ampliaron sus dependencias. Se construyó entonces el claustro de las hospederías, en cuyo entorno se  distribuyen las habitaciones en las que se cumplían estas tareas, como la enfermería, la botica, los dormitorios o las cocinas. Distribuidos por el territorio que poseía el monasterio, se encontraban otros edificios cuyo fin era la explotación de los recursos naturales. Así, había granjas, cuya distancia del monasterio no debía ser superior a un día de camino, y que se ocupaba de cultivar las tierras o cuidar la ganadería, así como la explotación de los bosques. Además se podían encontrar molinos y piscifactorías. Todas estas actividades eran desempeñadas por gentes conversas o legos, en cualquier caso nunca monjes, ya que estos no podían abandonar el monasterio.

Fundación de un monasterioLa vida diaria en el cenobio se organizaba siguiendo la norma del Cister, ora et labora y según los aspectos de la doctrina del Císter:  aislamiento, pobreza, devoción a la Virgen María, unificación espiritual y material de la vida monacal y equilibrio entre la autoridad central y la autonomía de los monasterios. La actividad intelectual fue considerada de importancia para los cistercienses.

Fundación de un monasterio. Horas y solesLa oración marcaba el transcurso del día, de forma que eran ocho las oraciones que se celebraban en cada jornada: maitines (oficio nocturno), laudes (al alba), prima (al salir el sol), tercia, sexta mediodía), nona, vísperas y completas. Fuera de estas actividades, los monjes trabajaban en las tierras aledañas al monasterio, en los almacenes, en las cocinas o copiando manuscritos. Las tareas diarias se realizaba en silencio pudiendo hablar únicamente en la sala locutorio, en la que se distribuía el trabajo diario, y en la sala capitular, donde se leían capítulos de la Regla y el abad impartía justicia. La vida del monasterio estaba marcada por la austeridad, empezando por sus hábitos, que eran blancos para no tener que ser teñidos. Los dormitorios eran comunes, una sala diáfana donde todos los monjes dormían juntos, sin compartimentar el espacio. La comida era frugal, reduciéndose en época de ayuno, a una única vez al día. Se alimentaban de pan, legumbres, fruta, vino, pescado y queso, y lo hacían también en silencio, mientras uno de los monjes leía en el refectorio.

 

LOS MIEMBROS DE LA COMUNIDAD MONÁSTICA

Los miembros de la comunidad monástica. Los monjesEn un monasterio cisterciense, además de la comunidad religiosa, se asentaba un número variable de personas cuya vida estaba vinculada al cenobio. Vivían en granjas o caseríos, trabajando en las fincas del monasterio o cuidando las cabañas ganaderas.

Además estaban los conversos, los novicios y miembros de la familia monástica, que se alojaban en el propio monasterio.

Los monjes, debían ser de origen noble y tener cierto nivel de estudios. Su hábito estaba constituido por una túnica blanca, escapulario negro con capucha, cinturón, una cogulla amplia y calzado. En un cenobio pequeño el número mínimo de monjes era de doce más el abad, pero en los más grandes podían llegar a ser hasta quinientos. El más importante es el abad, autoridad máxima del monasterio que goza de independencia de los obispos. Al cillero le correspondía la intendencia del monasterio y estaba al cuidado y administración del almacén o cilla. El maestro de novicios cuidaba y preparaba a los jóvenes que residen en el monasterio, con el fin de convertirse finalmente en monjes tomando el hábito. El sacristán atendía la iglesia. También había hermanos porteros, roperos, escribanos, maestros de obras, cantores, enfermeros, boticarios, hospitaleros, refitoleros (que cuidan el refectorio), maestros de conversos, encargados del calzado, etc.

Los miembros de la comunidad monástica. ConversosLos conversos eran hermanos laicos. Su dedicación estaba encaminada a la producción agropecuaria y otras tareas económicas dentro del conjunto del monasterio y en sus granjas. Vestían un hábito de color más oscuro y más corto y vivían en los edificios del monasterio sin compartir los espacios destinados a los monjes de coro.

La familia monástica estaba constituida por hombres, mujeres y niños que vivían en las cercanías del monasterio y trabajaban para los monjes.

Los viajeros y laicos podían vincularse circunstancialmente a la vida del monasterio alojándose en la hospedería. Así como los enfermos pobres e indigentes, que recibían ayuda y cuidados en algunos de estos monasterios a los que acudían para recibir tratamiento en el hospitium, recibir limosnas, comida, etc.

 

ORGANIZACIÓN DE LA VIDA MONACAL

Organización de la vida monacal. CoroLas jornadas en el monasterio discurrían de una forma reglada y rígida, sometida a la disciplina, obediencia y autoridad del abad y a la Regla de la Orden. El abad era la máxima autoridad en el monasterio y tomaba todas las decisiones sobre la vida en el cenobio, tanto de índole económico como espiritual.

– La actividad espiritual de los cistercienses se basaba en el Oficio Divino (Opus Dei) y se desarrollaba en el coro, con una duración aproximada de seis horas diarias a las que había que añadir las misas. Las obligaciones espirituales de rezos comunes se alternaban con la lectura de libros devocionales (lectio divina) que se llevaba a cabo en armalorium, el nicho en el que se guardaban las lecturas. El silencio obligado que la clausura imponía, únicamente se rompía para los rezos cantados en el coro, la lectura de la Regla, la distribución de las actividades diarias por parte del prior y las confesiones públicas que se realizaban, delante de toda la comunidad, en la Sala Capitular. Para subsanar las necesidades de comunicación indispensables se acudía al locutorio, aunque también se recurría, para las cuestiones de urgencia, a un lenguaje de signos sencillo y suficiente.

– El trabajo manual era indispensable y se desarrollaba durante unas seis horas diarias durante el verano. A la llamada de la campana que convocaba al oficio divino los monjes debían dejar sus quehaceres y dirigirse con diligencia al coro de la iglesia.

– El trabajo intelectual fue denostado en los momentos iniciales de la Orden. Sin embargo a partir del siglo XIII se consideró indispensable la formación de los monjes, creándose el Colegio Bernardo de París. A partir de ese momento se entiende la actividad intelectual como un elemento más del trabajo y la vida de los cistercienses.

– El descanso y la comida. Los monjes del Cister debían realizar un lavatorio de manos en la fuente que se hallaba en el claustro antes de comer. Su comida se llevada a cabo en el refectorio y consistía en una generosa ración de pan, verdura y fruta que se acompañaba con vino, aunque enfermos y monjes de cierta edad podían tomar además carne y pescado. Durante la comida, que se realizaba en absoluto silencio, un monje leía la Biblia desde un púlpito.

 

LOS DOMINIOS DEL MONASTERIO

Los dominios del Monasterio Abadía de Citeax en 1689Los monasterios de la Orden del Cister fueron un elemento imprescindible de colonización de tierras, así como un elemento de control y ordenación territorial, que se convirtieron enseguida en señoríos feudales bajo la autoridad del abad. A las donaciones iniciales de nobles y reyes para la instalación del complejo monacal, se sumaron otras realizadas por fieles, además de la incorporación de bienes por compras o cambios, por iniciativa particular de cada centro. Así pasaron a convertirse en centros económicos que englobaban tierras de labor, viñas, pastos, montes, fuentes, molinos y gentes de las que recibían el 10% de la cosecha (el diezmo), el pago de impuestos, etc. Los recursos eran muy variados y abarcaban explotaciones agrícolas, ganaderas, la producción de vino, la piscicultura, la explotación maderera, la minería de la sal o el hierro, etc.