El Monasterio Cisterciense

EL MONASTERIO

La austeridad, la sencillez y la sobriedad definían esta edificación. Al principio, las construcciones cistercienses solían ser de madera, adobe o se levantaban con sencilla mampostería de piedra. Las grandes realizaciones en sillería formando potentes muros y amplias bóvedas que han llegado hasta nosotros, son obras de la época de esplendor de la Orden y aún así, se advierte la falta de ornamentación, la carencia de elementos superficiales y una  característica desnudez de los muros en un intento de que nada pudiera distraer a los monjes de  sus rezos: ni pinturas, ni esculturas, ni coloridas vidrieras cerrando las ventanas.

El núcleo monacal  propiamente dicho, lo componían las dependencias residenciales y la iglesia, que venían a formar lo que se denomina el cuadrado monástico que solía estar integrado por: 

La iglesia. Presentaba planta de cruz latina de una o tres naves, cubiertas con bóveda de cañón u ojival. La cabecera está orientada al este y se marca al exterior con un rectángulo liso o con un ábside circular. El transepto tiene mayor anchura que las naves y presenta capillas en los brazos. El presbiterio se eleva algunos peldaños para realzar la posición del altar. Aunque estas  características se repiten en las iglesias de los monasterios del Cister, tienen cabida siempre las tradiciones locales plasmadas por ejemplo en el uso de diferentes materiales de construcción,

como el ladrillo, o en el diseño de cabeceras diferentes, con uno, tres o cinco ábsides o con girola. En la nave destaca el coro de los monjes que ocupa los primeros tramos de la nave central y, en ocasiones, parte del crucero. El coro de conversos o legos, se sitúa a los pies de la nave ocupando los tramos más occidentales. El pórtico se desarrolla al pie de la nave para dar entrada ocasional a la iglesia a visitantes ajenos a la comunidad. El templo tenía varios puntos de acceso. A los pies, en la nave de la Epístola, se situaba la puerta de conversos, por la

que este grupo entraba al templo. En el tramo más próximo a la cabecera, dentro también de la Epístola, solía estar la puerta de los monjes, por la que éstos accedían a la iglesia desde el claustro. También cerca de la cabecera pero en el lado del Evangelio, se sitúa la puerta del cementerio, por la que se accedía al camposanto de la comunidad, ya que los monjes cistercienses no solían enterrarse en el interior de las iglesias, sino en cementerios aledaños, situados junto a la cabecera.          

La sacristía se sitúa en el claustro reglar, junto al brazo meridional del crucero. Esta sala tenía acceso directo desde la iglesia y el claustro.

El claustro. Es una galería de cuatro lados, de entre 25 y 35 m de longitud, que se abre a un patio central mediante arquerías. En los monasterios cistercienses suele haber dos claustros, el reglar y el de la hospedería. El primero es el que se construye inicialmente, a la vez que la iglesia y siempre junto a ella. En torno a éste se distribuyen las dependencias propias de la vida de los monjes (sacristía, sala capitular, locutorio, dormitorios, refectorio, cocinas, pasillo de conversos, bodegas…). Desde él se accedía directamente a la iglesia. El claustro de las hospedería se construye cuando  el monasterio ya está en uso y se dedica a la atención  de los peregrinos que acuden al monasterio en busca de cobijo. El cuidado de peregrinos, viajeros y enfermos pobres forma parte del espíritu cisterciense. Se levanta más alejado del templo y sin acceso directo, normalmente al oeste del claustro reglar. En su entorno se encuentran las dependencias necesarias para el cuidado a los peregrinos que eran atendidas por los hermanos (la portería donde se les recibía, la botica que se surtía de productos naturales, la enfermería o los dormitorios…) y las propias de los criados que se ocupaban de dar estas atenciones a los huéspedes. Con esta disposición se conseguía que la acogida y el cuidado a los peregrinos se realizara en el monasterio de forma independiente al desarrollo de la vida monástica, por lo que no se perturbaban así las actividades diarias de los monjes.

La fuente. Se sitúa en el claustro reglar, normalmente en posición central, aunque también puede hallarse junto a una panda. El agua era un elemento indispensable en la vida monástica por lo que todos los cenobios se fundaban en zonas con abundancia de agua.

El armalorium. Es un nicho excavado en el brazo sur del crucero que se abre al claustro, donde se depositaban los libros que los monjes usaban en los ratos destinados a la lectura, practicada normalmente en la galería oriental del claustro.

La sala capitular. Es la más importante de todo el monasterio lo que suele conllevar que sea la sala que presenta una arquitectura más bella. Es una habitación de planta cuadrada con columnas que subdividen el espacio y que sustentan bóvedas de arista. Presenta un banco corrido alrededor de tres de sus lados en el que los monjes se sentaban cuando leían capítulos de la Regla o discutían asuntos relativos al orden interno del monasterio. Se abre al claustro reglar en su galería este, con tres arcadas, de las cuales la central es el acceso y las laterales, ventanas.

El dormitorio de los monjes. Se solía ubicar en la segunda planta del claustro reglar, en la panda del capítulo, y era un espacio diáfano, de planta rectangular, en el que la comunidad dormía. Estaba comunicada con el claustro por la escalera de día y con la iglesia, por la escalera de maitines, que desembocaba en el crucero, para así acceder directamente en el momento de la oración nocturna. Hasta el siglo XV los dormitorios cistercienses son una gran sala con camas corrida imponiéndose, a partir de entonces, el uso de celdas individuales.

La cárcel. Era una pequeña estancia que se situaba en el hueco de la escalera que daba acceso al segundo piso del claustro reglar, al dormitorio de los monjes. Este pequeño espacio se  provechaba como prisión donde los monjes cumplían penas impuestas por el abad.

El locutorio. Se encuentra en la panda del capítulo, junto a la sacristía y la escalera. Es una pequeña sala de planta rectangular, la única en que se permitía hablar. En ella se organizaba el trabajo diario de los monjes.

El dormitorio de los novicios. Era el lugar donde éstos dormían, separados de la comunidad monástica y situados fuera del claustro reglar.

Las letrinas. Se localizaban junto al dormitorio de los monjes. Son muy pocos los restos que se conservan de éstas y lógicamente se situaban junto a las canalizaciones, donde desaguaban.

El calefactorio. Se situaba en la panda sur del claustro. Es la única sala con calefacción del monasterio, a la vez que la mejor iluminada por el mayor número de ventanas abiertas en ella. Era donde los monjes se encargaban de copiar textos y pasaban largas jornadas.

El refectorio. Es el comedor de los monjes en el que se disponía un púlpito para la lectura de obras piadosas durante la comida. Se encontraba en la planta baja con acceso desde el claustro reglar, en la panda sur, y en comunicación con la cocina.

La cocina. Se situaba también en la panda meridional del claustro, con comunicación directa con el refectorio y cerca del almacén y la bodega, que se localizan en la galería oeste del claustro reglar.

Las dependencias de los conversos se localizan en la panda occidental del claustro reglar. Agrupaban áreas para el uso de este grupo como el dormitorio o la cocina, amén de otras zonas de servicio, tales como el almacén o cilla y la bodega. Además de una pasillo paralelo a la galería del claustro, por el que los conversos podían pasear sin interferir en la vida de la comunidad religiosa y que desembocaba en la puerta por la que entraban al templo, la  huerta de conversos. Es una serie de dependencias en las que este grupo que vivía y trabajaba en el monasterio, realizaba sus actividades diarias apartado de la comunidad religiosa.

Al margen de las dependencias descritas hasta este momento, el monasterio contaba con otras ocupadas por los laicos que vivían y trabajaban en el entorno del monasterio, o que se suman a los monasterios a lo largo del tiempo.

La distribución de los tiempos estaba marcada por el sacristán, con el tañido de las campanas, que se encontraban en los monasterios en diferentes espacios. La de mayor tamaño se localiza sobre la espadaña de la iglesia y era utilizada para convocar a misa, anunciar la comida y los oficios de los conversos. La segunda se localiza junto al dormitorio y avisaba de los oficios de los monjes y la tercera, situada en el refectorio, se utilizaba para la acción de gracias tras la comida.